Capítulo 31

No todo es lo que parece (;

Silencio y oscuridad encubrían aquel inmenso colegio a las tantas de la mañana. Lali Espósito, apoyada en el marco de la puerta, observaba en silencio el interior de la sala común. Aquel sillón que tenía enfrente, desde dónde a penas unas horas antes le había estado gritando que la amaba. La televisión encendida, con un partido de rugby puesto. Sabía como era él con el rugby, era un momento sagrado, en el que no se podía ni respirar porque se distraía; era un momento de silencio y concentración, era su momento. Y eso aumentaba si había tenido un mal día, y aquel podía decirse que era el peor.

Ya le habían avisado que no fuera, que la trataría mal y la echaría de ahí a patadas como a todos. Dudo, pero finalmente, Lali tomó aire, y dio unos cuantos pasos hacia el sofá, quedándose detrás de este, se inclinó y en silencio pasó sus brazos por el cuello de él, dejando un beso sobre su mejilla. Después se quedó unos segundos en silencio, abrazándole, con los ojos cerrados y sus labios apoyados en su cara.

-¿Qué le pasa a mi pela? –susurró bajito

Él ni se inmutó, estaba totalmente sumido en su partido, o al menos eso quiso hacer parecer. Por un instante cerró los ojos y tomó aire, cuando los abrió y quiso hablar, ella se lo impidió.

-¿Puedo ver el partido con vos? Prometo que no abriré la boca, ni sentirás que estoy aca –susurró

Él giró la cabeza, y clavó su mirada en la de ella, en silencio. Unos segundos después asintió y apoyó su frente contra la suya, cerrando los ojos durante unos segundos.

Lali saltó al otro lado del sofá, y se tumbó. Apoyó la cabeza en sus piernas, tendiéndose a todo lo largo, de lado, mirando en dirección a la tele. Tomo una mano de él, y le obligó a abrazarla, dejando sus dedos entrelazados en esta mano. Mientras tanto él observaba cada gesto y movimiento de la morocha, sin rechistar, sin mostrar ningún tipo de expresión, intentando volver a concentrarse en el partido, y como ella había dicho como si no estuviese.

Los minutos fueron pasando, al igual que el partido, pero ya no estaba tan concentrado en él como minutos antes, ahora su atención estaba fija en la morocha que tenía dormida sobre sus piernas, la que le agarraba su mano con fuerza, como si así nunca se pudiese escapar de su lado y a la que le acariciase el pelo.

El partido terminó, y un grito del morocho, al pitar el punto final y el equipo ganador hicieron que Lali se despertase de golpe. Intentó disimular, como si no hubiese pasado nada, y fingió alegrarse por la victoria.

Él soltó una risota al verla, y negó con la cabeza mordiéndose el labio. Ella se giró, mirándole desde abajo encogió los hombros sonriendo con inocencia, y él se inclinó para dejar un beso sobre sus labios.

Los párpados de Lali cayeron de forma automática al sentir el beso, como la sonrisa que apareció en su boca cuando le miró de nuevo. Subió una manita, y acarició su mejilla.

-¿Cómo está él? –preguntó tras unos segundos de silencio, notando como se tensaba

-Estable –murmuró ella apartando la mirada -¿cómo estás vos?

Ni se molestó en contestar, apartó la vista, clavándola en el televisor de nuevo. De vuelta volvía a estar igual de frío, distante y seco que al principio.

Lali suspiró, y se incorporó. Se sentó sobre sus piernas, y rodeó su cuello con uno de sus brazos, mientras que con la mano libre acariciaba su mejilla para que la mirase.

-No fui yo –comentó serio, cuando al fin la miró –por más que digan todos, y me da igual que me crean o n…

-Te creo –interrumpió ella, y dejó un beso tierno sobre sus labios

-¿Me crees? –preguntó abriendo bastante los ojos mirándola –Pero…

-Pero nada, te amo Peter Lanzani, y si vos decís que fue un accidente, te creo; y me importa un carajo lo que opine la gente

-Pero vos escuchaste cuando yo le amenacé

-Lo escuché ¿y qué? Yo te conozco, y sé como sos, y confió en vos por encima de todo y de todos. Me importa un carajo lo que digan los demás, lo que crean, incluso si ni la policía te creyese y tuviesemos que tomarnos el primer avión y huir

-¿Huiríamos?

-Al final del mundo si hace falta

Peter clavó la mirada en sus ojos, y asintió. Llevó su mano hasta su mejilla y la acarició con cuidado, la otra la posó en su nuca, y la atrajo hacia él para besarla. Lali sonrió, y rodeó su cuello con ambos brazos, dejándose envolver por aquel beso.

Cuando se separó, lo abrazó, apoyando su cabeza en su hombro, y rodeándole con los brazos con fuerza. Peter cerró los ojos, apoyando su cabeza sobre la de ella, y apretándola contra sí con fuerza, como si pretendiese quedarse así toda su vida, y no dejarla nunca más ir.

-¿Me querés contar lo que pasó? –preguntó Lali después de un tiempo de silencio

Peter asintió y después de dejar un beso sobre su cabeza, tomó aire.

-Salí a buscar el auto, en la puerta nos encontramos con Benjamín y sus amigos; estaban muy borrachos. Comenzaron a perseguirnos diciéndonos cosas, provocando. Yo no entré, pero Nico sí, por eso se quedó atrás discutiendo con ellos. Al final encontré el auto, y me dirigí hacia la puerta del boliche para buscaros, pero cuando crucé la esquina… -se hizo un pequeño silencio. Lali se incorporó y le miró; sus dedos se deslizaron por su cara. Peter suspiró –Cuando me quise dar cuando, tenía al imbécil de Benjamín encima. Te juro que intenté esquivarle, por eso me estampé contra la farola, pero se me lanzó encima, como loco encima del auto; y ahora…

-Y ahora él se va a poner bien –interrumpió Lali dejando un beso en su nariz –y vos no tenés la culpa de que fuese tan borracho; la policía levantó los cargos, no sos culpable de nada. Dejá de torturarte, mi amor

-Lo último que recuerdo es el humo, estar estampado contra el volante, el sonido de la ambulancia, y la comisaría –chasqueó la lengua apartando la vista –y los gritos de todos llamandome asesino; todos escucharon como le amenacé en el boliche, ¡estaba sacado! ¿cómo iba a estar hablando literal? –negó y volvió la vista a ella con seriedad –Y te juro que seré muchas cosas, pero no soy ningún asesino

-Yo se muy bien lo que sos, y vos también lo sabés, y es lo único que te tiene que importar ¿si? –le miró como si fuese obvio, mientras enredaba sus deditos por su pelo, y dejaba un beso sobre sus labios

-Que vos confies en mí es lo único que me importa

-Siempre voy a confiar en vos; y los demás pueden decir lo que quieran, ya se les pasará, y mientras yo voy a estar con vos

-¿Siempre siempre?

-Siempre siempre –sonrió rozando su nariz con la suya

-Te amo –susurró agarrando su cara entre sus manos y dándole un profundo pero tierno beso

-Y yo, y no lo olvidés tampoco nunca –sonrió recordando aquella frase que le dijo justo antes de todo –Casi me muero cuando el accidente –comentó más seria, rozando con la yema de sus dedos las heriditas que cubrían ahora su cara –Cuando vi todo aquel humo, la gente, el auto estampado… pensé que te había pasado algo a vos –bajó la mirada, notando aquel mismo nudo en la garganta que horas antes

Peter la observó, en silencio, y llevó su mano a su cara para que le mirase, dejando ver una de sus sonrisas

-Vas a necesitar algo más que un accidente para conseguir librarte de mí, enana –Sonrió, y tras ver la sonrisa sin fuerza que Lali intentó mostrarle, besó sus labios

-Me muero si te pasa algo, sos lo más importante de mi vida, lo mejor que me pasó

-Si esto recien empieza, ¿cómo iba a terminar así?  -sonrió comprador, dejando pequeños besos por toda su cara –recien ahora va a empezar a llegar lo mejor