Los gritos ya habían un rato
que habían vuelto a cesar, y al final me había cogido el tranquillo a eso de
conducir con la morocha en brazos y estrujándole. Ya había bajado la velocidad,
una vez que esta se calmó. Se sentía un tarado cuando de vez en cuanto su
mirada bajaba para mirar como iba y de forma inconsciente aparecía una sonrisa
en su boca.
Hacían a penas unos minutos
que había frenado, y simplemente la miraba.
-Yo también me quedaría así
toda la vida –murmuró, como si respondiese a una pregunta que nunca existió
–Pero…no vinimos hasta acá para esto- Llevó una manita del volante a su cara,
dejando una pequeña caricia, para que relajase esta, que aun parecía estar
bastante tensa con los ojos bien apretados
A penas le había escuchado, o
sí, pero más bien no quería escucharle, estaba demasiado preocupada pensando en
que no saldría de ahí. Pero entonces sitió una sensación rara, un pequeño
cosquilleo que le recorrió todo al sentir aquella caricia, que, como
automáticamente, hizo que se le relajasen todas las facciones. Abrió los ojos,
subiendo la vista a él, quedándose en silencio.
-¿Vamos? ¿o seguís enojada
conmigo? –sonrió mientras continuaba deslizando los dedos por su cara.
-Llevame a mi casa –protestó
una vez que volvió en sí, apartando la vista y soltándole
-¿Por qué sos tan cabeza
dura? Ni siquiera sabés dónde vinimos
-Dónde me trajiste, y
obligada
-Confiá en mí, ¿sí? Te
aseguro que no te arrepentirás, y que la noche no tendrá comparación con la que
estabas por pasar
-¿Cómo voy a confiar en vos? Si me secuestrás, y
casi me matás
-Que dramática que sos, como
te gusta exagerar todo –alzó las manos, ahora siendo él el dramático,
bajándolas después y llevándolas a las suyas, para hacer que le soltase
–Conmigo no te va a pasar nada, nunca –acercó sus manos a sus labios,
depositando un beso sobre estas, dulce y suave –solo tenés que confiar en mí,
te prometo que nada más me digas que nos vayamos nos vamos, y no vuelvo a
insistir más.
No murmuró ni media palabra
desde que él empezó, o más bien desde que agarró sus manos, no entendía aquel
raro poder que tenía sobre ella, pero lo tenía, tenía la gran capacidad de
hacer que el corazón se le acelerase de un instante al otro, cuando a penas
unos segundos quería matarle.
-No sé como lo hacés
–suspiró, negando con la cabeza –Cuando diga que nos vamos nos vamos –alzó un
dedo, a modo de advertencia
Sonrió orgulloso de si mismo,
y ni respondió, lo mejor sería avanzar antes de que se arrepintiese. Abrió la
puerta, extendiendo la mano para que bajase.
-¿Puedo saber a dónde vamos o
tampoco?
-Sorpresa –sonrió pasándole
un brazo por encima del hombro, y casi tirando de ella.
No tuvieron que andar mucho
cuando las lunes y la música se hacian notables desde lejos. Aquella noria
gigante de mil colores se podría ver a kilómetros de distancia, así como las
demás atracciones que desprendían los gritos de la gente que tenían arriba.
Según avanzaban las loces se hacían más potentes, la música más fuerte, y la
bulla de gente aumentaba. Por el camino se iban encontrando puestos que vendían
todo tipo de comida basura, y todo tipo de gente rarisima que se acercaba
intentando venderles de todo.
-¿A una feria me trajiste?
–gritó para hacerse notar por encima de la música, mirando todo con no muy
buena cara.
-A LA feria, ¿sabés lo que es
esto?
-Una mugre es –murmuró
agarrándose con rapidez a él, cada vez que alguien se acercaba
-A bueno, salió la chetita
–se burló bajando la mirada a esta, sin poder evitar sonreir –Nadie te va a
hacer nada, no te sirve de excusa para querer abrazarme –le guiñó un ojo
dejando aparecer después una risita, mientras la apretaba un poquito más hacia
él.
Ni siquiera se iba a
preocupar en contestar, en ese momento su cara decía todo. Aquella desconfianza
con la que miraba todo, seguro les robaban, los secuestraban y seguro pedían
recompensa, o peor aun seguro después los mataban y los llevaban de una feria a
otra y los servían en la comida esa que vendían en esos puesto. Y sí, el miedo
le hacía ser muy melodramática, más de lo normal.
Salió de sus pensamientos
cuando a lo lejos escuchó una voz que gritaba el nombre de su acompañante. Alzó
la vista para entonces encontrarse con su grupo de amigos.
-Buenísimo –murmuró haciendo
una mueca –ahora sí que podés llevarme a mi casa
Peter escuchó los gritos y
saludó a los chicos desde lejos con la mano que tenía libre, y una enorme
sonrisa, la cual se borró al escuchar los comentarios de la petiza. Pero para cuando
quiso contestarle ya estaban los chicos allí. Todos ellos con sus enormes
sonrisas, sus habituales bromas, comentarios absurdos y esas risas y bromas que
al parecer solo ellos entendían. Y el remate de todo, estaban todos bebidos.
Lali arrugó la frente,
observando la escena que tan desagradable le resultaba, y si a alguien le
quedaba alguna duda solo tenían que mirar su cara.
-¿Por qué tardaste tanto?
–preguntó Pablito, tan simpático como siempre
-Nah, problemas de polleras
seguro –replicó el otro rubio, al que no conocía, pasando un brazo por el
hombro de pablo
-¿Te resiste mucho en venir
chetita? –volvió a intervenir Pablo, llevando una mano hasta la mejilla de
Lali, en un intento de pellizco, pero Peter la apartó, dando un pasito hacia
atrás antes.
-No quiero ni una sola
pavada, con ella –aviso Peter, en un tono algo amenazante, pero en un instante
apareció una sonrisa en su boca –Si no quieren que empiece a repartir piñas
–Bromeó, dándole una palmadita en la cara a sus dos amigos.
Entonces estos dos se unieron
al resto del grupo, que comenzaron a andar como si nada ignorándoles por
completo. Peter bajó la mirada, y le dedicó una sonrisa.
-Dale vamos, ya verás como te
divertís
Pero ella ni siquiera
contestó, si todo el numerito del auto se le había pasado ya, ahora tenía un
nuevo motivo para su mala cara y su enojo. Pero entonces, algo pasó, algo que
hizo que nuevamente se le olvidase todo. Peter se agachó, y depositó un beso en
su mejilla, más tierno aun que el que anteriormente había dejado en sus manos.
Una sonrisa de forma inconsciente apareció en su cara
-¿Y eso?
-Y…eso fue un beso, un
perdoname y un no te hagás de rogar más
-Y después no sos chamuyero
–ironizó con diversión, negó con la cabeza –pero con ellos no voy, es la única
condición
-No los pongás a ellos como
excusas para quedarte conmigo a solas –le guiñó un ojo, riendo después
-Que chistoso sos, che! Si
por cada joda me dieses un beso, se te caerían los labios
-¿Es una invitación? –Sonrió
de ladito, seductor, mirándola de reojos, pero esta vez esta no contesto,
únicamente, encogió los hombros, dejando ver una sonrisa, la cual aumentó
cuando sintió el nuevo beso que este dejó en su mejilla.
No tardaron mucho en perderse
del resto del grupo. Aunque al principio no estuvo muy segura de ir, ahora
agradecía aquella especie de secuestro, porque estaba siendo una noche
inolvidable. Se habían montado en casi todo lo que había, a pesar de que la
mayoría le daban miedo, una vez arriba y casi dejándole sin mano y ella
quedándose sin garganta por sus gritos, lo acababa disfrutando al máximo, se
sentía cuando si fuese una nena pequeña en un parque. Después de las atracciones
habían ido a comer lo de los puestos, que al final de todo no estaba tan malo.
Por último, habían pasado por los puestecillos esos, y ahora cargaba con un oso
gigante de peluche. Y si todo eso, no fuese poco, de lo mejor de la noche había
sido aquel trato sobre las jodas, más si contaba con que de cada tres cosas que
decías dos eran jodas, se había tenido que pasar toda la noche a besos con
ella, había encontrado la forma de cortar las peleas entre ellos. En definitiva
una noche casi perfecta. Y ya estaba por acabar.
A penas habían estado con los
amigos de Peter, en una o dos atracciones, como en esa alta en la que había
gritado tanto, que solo se había montado por hacerse la canchera y hacer la que
no le daba miedo, al igual que en la mansión del terror, la que quizás fue la
única de la que se había arrepentido de subir. En ella la había pasado mal de
verdad, al principio solo fueron pequeños sustos, pero lo malo fue cuando los
amigos de Peter empezaron con las jodas, jodas que él mismo siguió, y que por
orgullosa y calentona, se alejó de ellos y se perdió sola allá dentro. Quizás
los peores minutos de su vida que pasó perdida. Por suerte acabó bien, cuando
Peter volvió a buscarla. Cuando la encontró la pobrecita estaba totalmente
encogida, casi llorando del miedo, y aunque en un principio empezó a pelearle,
porque pensaba que iba a seguir con las jodas, ahora no se podía alegrar más de
que hubiese aparecido, que ¿por qué? Porque no pudo ser más tierno cuando al
verla toda asustada, lo único que hizo, ignorando los gritos y palitos que ella
le lanzaba, fue abrazarla, y sacarla de allá abrazada, con la cara hundida en
su pecho, para que no viese nada ni se asustase, y sin dejar de hablarle y
acariciarle el pelo. Pensándolo mejor, tampoco se arrepentía de haber entrado
allá, es más volvería a repetir aquella noche, segundo a segundo.
Aquella era la última
atracción, la última de despedida en la que se montaron todos juntos antes de
irse de allá. Cuando salieron Lali y Peter, los últimos, todos estaban fuera
esperando, todos, los amigos del principio, los que se habían encontrado en las
otras atracciones que acababa de conocer, y ahora, el resto de chicos del
colegio. Por suerte era la primera vez que los veía en toda la noche, cuando ya
a penas quedaba noche.
-Ya era hora, ¿qué hicieron
allá dentro que tardaron tanto? –les gritó Pablo desde lejos con una sonrisa
pillina, entre algunas risas.
Peter sonrió, mirando a Lali,
haciendole un gestito con la mano para que no le prestase antención, antes de
abrazarla, y acercándose al resto con ella así.
-¿Qué hace esta acá? –Se escuchó
una voz nueva, seria y en tono impertinente. Agustín. Si a alguien era igual o
más insoportable que la rubia era él. Pero para colmo no apareció solo. Cuando
pasó entre sus otros dos amigos, detrás de él se incorporaron Mélodi, junto a
dos amigas más, a cual con peores pintas.
De buenas a primeras tenía
todas las miradas clavadas en ellas, y no es que fuesen muy cálidas justamente.
Su corazón se empezó a acelerar.
-Cortala –soltó Peter
bastante seco, y tajante mirando a Agustín
-No dijo nada, che, no seas
tan susceptible gordo –sonrió la rubia, pasando ambas manitas por el hombro de
Agustín.
-Solo pregunté, ¿no puedo
ahora? –alzó las cejas, Agustín, bajando la mirada a la morocha -¿O la
princesita no te deja hablar con tus amigos? –enredando un dedo en un mechón de
esta.
Peter ni siquiera contestó,
su cara decía más que con ninguna palabra, y el manotazo que le dio en la mano
a su supuesto amigo, obligándole así a soltar el pelo de Lali, fue suficiente
respuesta. Hacía un tiempo que habían cambiado bastante las cosas entre ellos.
-¡Apa! –exclamó Mélodi con
diversión ante el manotazo alzando las manos –se mira pero no se toca chicos
–alzó la voz, dando una vueltita sobre si mismo como si avisase a todo el que
estuviese en el alrededor, antes de centrar la vista a Peter –con esta solo
puede divertirse él solo ¿No Piti?
-No creo ¿no? Nunca fuiste
egoísta con las minas con tus amigos –recalcó Agustín esas dos últimas palabras
–Porque te recuerdo que seguimos siendo eso, tus amigos, ¿o ya te olvidaste de
todo todo lo que pasamos juntos?
-Por la plata baila el mono
¿no? –soltó la rubia entre risas de ella y los demás.
-¿Sabés chiquita? Nos divertíamos
mucho antes, ¿te contó alguna vez?
-Será mejor que nos vayamos
–Murmuró Peter, apretando los dientes, y apretando el puño de la mano que tenía
libre, mirando a Lali e intentando ignorar todo lo que salía por la boca de los
otros
-Ah, no le contaste
–prosiguió Agustín, mirando con una sonrisa dibujada en su cara, mirando un
instante a Peter, antes de dar un paso hacia la morocha -¿Sabés? Tu amiguito,
no es el galán de novela que te está pintando, acá dónde lo ves no sabés lo que
se divertía, bah, lo que nos divertíamos, todos, con sus amiguitas. Todo
funciona así, conoce a chica, la chamuya, y cuando esta está hasta las manos
con él, es tan fácil con que tome algo demás, y ni te imaginás lo que es capaz
de hacer una chica enamorada por estar con su chico… -contó todo como si de una
historia de miedo se tratase, entonces se acercó a Peter, pasándole brazo por
el hombro –Pero acá mi hermano, nunca pensó solo en él, no sabés como las
compartió a todas, y como se burlaba y reía el muy turro –Asintió con la cabeza
riendo como si lo recordase, con ese toque de maldad en su cara –El más
mujeriego, el más turro con las minas, pero amigo de fierro, no lo dudés, nunca
–le dio un par de palmaditas en el pecho, separándose de él, dando de nuevo un
pasito hacia ella –Y no creo que nos vaya a traicionar ahora ¿no? Petercín, va
a demostrar que sigue siendo nuestro amigo de siempre, y va a compartir a su
amiguita –le miró de reojos, viendo como este se quedaba callado, inmóvil,
sonriendo para sus adentros, atreviéndose a llevar una manita deslizándola por
el brazo de ella, subiendola y pasándola por el cuello –va a dejar que nos
divirtamos con…
Pero ni siquiera pudo
terminar, para cuando quiso darse cuenta ya estaba en el suelo, con Peter
encima, regándole a puñetazos. Desde que había dado esos pasos hacia ella había
dejado de escucharle, había dejado la mirada clavada en su mano, y en el
momento en que vio como esta pasaba por su cuello, y bajaba intruduciendose por
la camiseta de ella, algo había estallado dentro de él que le había hecho
saltar de aquella forma. Ambos ‘amigos’ rodaron por el suelo a puñetazos,
mientras algunos intentaban separarlos, lali gritaba y con lágrimas por sus
mejillas, suplicando que parasen, los otros animaban a uno y a otros…
uhhh, Pobre Laliiii !! Más noveee :) me encantaaa
ResponderEliminarPobrecita!!!! Me encanta la nove!!! :D
ResponderEliminarAaay pobre, subi otro cap plis!! Me encantan :)
ResponderEliminarAaay pobre, subi otro cap plis!! Me encantan :)
ResponderEliminarMe encantaaaa mas mas mas
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