jueves, 17 de mayo de 2012

Capítulo 7





Los gritos ya habían un rato que habían vuelto a cesar, y al final me había cogido el tranquillo a eso de conducir con la morocha en brazos y estrujándole. Ya había bajado la velocidad, una vez que esta se calmó. Se sentía un tarado cuando de vez en cuanto su mirada bajaba para mirar como iba y de forma inconsciente aparecía una sonrisa en su boca.
Hacían a penas unos minutos que había frenado, y simplemente la miraba.
-Yo también me quedaría así toda la vida –murmuró, como si respondiese a una pregunta que nunca existió –Pero…no vinimos hasta acá para esto- Llevó una manita del volante a su cara, dejando una pequeña caricia, para que relajase esta, que aun parecía estar bastante tensa con los ojos bien apretados
A penas le había escuchado, o sí, pero más bien no quería escucharle, estaba demasiado preocupada pensando en que no saldría de ahí. Pero entonces sitió una sensación rara, un pequeño cosquilleo que le recorrió todo al sentir aquella caricia, que, como automáticamente, hizo que se le relajasen todas las facciones. Abrió los ojos, subiendo la vista a él, quedándose en silencio.
-¿Vamos? ¿o seguís enojada conmigo? –sonrió mientras continuaba deslizando los dedos por su cara.
-Llevame a mi casa –protestó una vez que volvió en sí, apartando la vista y soltándole
-¿Por qué sos tan cabeza dura? Ni siquiera sabés dónde vinimos
-Dónde me trajiste, y obligada
-Confiá en mí, ¿sí? Te aseguro que no te arrepentirás, y que la noche no tendrá comparación con la que estabas por pasar
-¿Cómo  voy a confiar en vos? Si me secuestrás, y casi me matás
-Que dramática que sos, como te gusta exagerar todo –alzó las manos, ahora siendo él el dramático, bajándolas después y llevándolas a las suyas, para hacer que le soltase –Conmigo no te va a pasar nada, nunca –acercó sus manos a sus labios, depositando un beso sobre estas, dulce y suave –solo tenés que confiar en mí, te prometo que nada más me digas que nos vayamos nos vamos, y no vuelvo a insistir más.
No murmuró ni media palabra desde que él empezó, o más bien desde que agarró sus manos, no entendía aquel raro poder que tenía sobre ella, pero lo tenía, tenía la gran capacidad de hacer que el corazón se le acelerase de un instante al otro, cuando a penas unos segundos quería matarle.
-No sé como lo hacés –suspiró, negando con la cabeza –Cuando diga que nos vamos nos vamos –alzó un dedo, a modo de advertencia
Sonrió orgulloso de si mismo, y ni respondió, lo mejor sería avanzar antes de que se arrepintiese. Abrió la puerta, extendiendo la mano para que bajase.
-¿Puedo saber a dónde vamos o tampoco?
-Sorpresa –sonrió pasándole un brazo por encima del hombro, y casi tirando de ella.

No tuvieron que andar mucho cuando las lunes y la música se hacian notables desde lejos. Aquella noria gigante de mil colores se podría ver a kilómetros de distancia, así como las demás atracciones que desprendían los gritos de la gente que tenían arriba. Según avanzaban las loces se hacían más potentes, la música más fuerte, y la bulla de gente aumentaba. Por el camino se iban encontrando puestos que vendían todo tipo de comida basura, y todo tipo de gente rarisima que se acercaba intentando venderles de todo.
-¿A una feria me trajiste? –gritó para hacerse notar por encima de la música, mirando todo con no muy buena cara.
-A LA feria, ¿sabés lo que es esto?
-Una mugre es –murmuró agarrándose con rapidez a él, cada vez que alguien se acercaba
-A bueno, salió la chetita –se burló bajando la mirada a esta, sin poder evitar sonreir –Nadie te va a hacer nada, no te sirve de excusa para querer abrazarme –le guiñó un ojo dejando aparecer después una risita, mientras la apretaba un poquito más hacia él.

Ni siquiera se iba a preocupar en contestar, en ese momento su cara decía todo. Aquella desconfianza con la que miraba todo, seguro les robaban, los secuestraban y seguro pedían recompensa, o peor aun seguro después los mataban y los llevaban de una feria a otra y los servían en la comida esa que vendían en esos puesto. Y sí, el miedo le hacía ser muy melodramática, más de lo normal.
Salió de sus pensamientos cuando a lo lejos escuchó una voz que gritaba el nombre de su acompañante. Alzó la vista para entonces encontrarse con su grupo de amigos.
-Buenísimo –murmuró haciendo una mueca –ahora sí que podés llevarme a mi casa
Peter escuchó los gritos y saludó a los chicos desde lejos con la mano que tenía libre, y una enorme sonrisa, la cual se borró al escuchar los comentarios de la petiza. Pero para cuando quiso contestarle ya estaban los chicos allí. Todos ellos con sus enormes sonrisas, sus habituales bromas, comentarios absurdos y esas risas y bromas que al parecer solo ellos entendían. Y el remate de todo, estaban todos bebidos.
Lali arrugó la frente, observando la escena que tan desagradable le resultaba, y si a alguien le quedaba alguna duda solo tenían que mirar su cara.
-¿Por qué tardaste tanto? –preguntó Pablito, tan simpático como siempre
-Nah, problemas de polleras seguro –replicó el otro rubio, al que no conocía, pasando un brazo por el hombro de pablo
-¿Te resiste mucho en venir chetita? –volvió a intervenir Pablo, llevando una mano hasta la mejilla de Lali, en un intento de pellizco, pero Peter la apartó, dando un pasito hacia atrás antes.
-No quiero ni una sola pavada, con ella –aviso Peter, en un tono algo amenazante, pero en un instante apareció una sonrisa en su boca –Si no quieren que empiece a repartir piñas –Bromeó, dándole una palmadita en la cara a sus dos amigos.
Entonces estos dos se unieron al resto del grupo, que comenzaron a andar como si nada ignorándoles por completo. Peter bajó la mirada, y le dedicó una sonrisa.
-Dale vamos, ya verás como te divertís
Pero ella ni siquiera contestó, si todo el numerito del auto se le había pasado ya, ahora tenía un nuevo motivo para su mala cara y su enojo. Pero entonces, algo pasó, algo que hizo que nuevamente se le olvidase todo. Peter se agachó, y depositó un beso en su mejilla, más tierno aun que el que anteriormente había dejado en sus manos. Una sonrisa de forma inconsciente apareció en su cara
-¿Y eso?
-Y…eso fue un beso, un perdoname y un no te hagás de rogar más
-Y después no sos chamuyero –ironizó con diversión, negó con la cabeza –pero con ellos no voy, es la única condición
-No los pongás a ellos como excusas para quedarte conmigo a solas –le guiñó un ojo, riendo después
-Que chistoso sos, che! Si por cada joda me dieses un beso, se te caerían los labios
-¿Es una invitación? –Sonrió de ladito, seductor, mirándola de reojos, pero esta vez esta no contesto, únicamente, encogió los hombros, dejando ver una sonrisa, la cual aumentó cuando sintió el nuevo beso que este dejó en su mejilla.

No tardaron mucho en perderse del resto del grupo. Aunque al principio no estuvo muy segura de ir, ahora agradecía aquella especie de secuestro, porque estaba siendo una noche inolvidable. Se habían montado en casi todo lo que había, a pesar de que la mayoría le daban miedo, una vez arriba y casi dejándole sin mano y ella quedándose sin garganta por sus gritos, lo acababa disfrutando al máximo, se sentía cuando si fuese una nena pequeña en un parque. Después de las atracciones habían ido a comer lo de los puestos, que al final de todo no estaba tan malo. Por último, habían pasado por los puestecillos esos, y ahora cargaba con un oso gigante de peluche. Y si todo eso, no fuese poco, de lo mejor de la noche había sido aquel trato sobre las jodas, más si contaba con que de cada tres cosas que decías dos eran jodas, se había tenido que pasar toda la noche a besos con ella, había encontrado la forma de cortar las peleas entre ellos. En definitiva una noche casi perfecta. Y ya estaba por acabar.
A penas habían estado con los amigos de Peter, en una o dos atracciones, como en esa alta en la que había gritado tanto, que solo se había montado por hacerse la canchera y hacer la que no le daba miedo, al igual que en la mansión del terror, la que quizás fue la única de la que se había arrepentido de subir. En ella la había pasado mal de verdad, al principio solo fueron pequeños sustos, pero lo malo fue cuando los amigos de Peter empezaron con las jodas, jodas que él mismo siguió, y que por orgullosa y calentona, se alejó de ellos y se perdió sola allá dentro. Quizás los peores minutos de su vida que pasó perdida. Por suerte acabó bien, cuando Peter volvió a buscarla. Cuando la encontró la pobrecita estaba totalmente encogida, casi llorando del miedo, y aunque en un principio empezó a pelearle, porque pensaba que iba a seguir con las jodas, ahora no se podía alegrar más de que hubiese aparecido, que ¿por qué? Porque no pudo ser más tierno cuando al verla toda asustada, lo único que hizo, ignorando los gritos y palitos que ella le lanzaba, fue abrazarla, y sacarla de allá abrazada, con la cara hundida en su pecho, para que no viese nada ni se asustase, y sin dejar de hablarle y acariciarle el pelo. Pensándolo mejor, tampoco se arrepentía de haber entrado allá, es más volvería a repetir aquella noche, segundo a segundo.
Aquella era la última atracción, la última de despedida en la que se montaron todos juntos antes de irse de allá. Cuando salieron Lali y Peter, los últimos, todos estaban fuera esperando, todos, los amigos del principio, los que se habían encontrado en las otras atracciones que acababa de conocer, y ahora, el resto de chicos del colegio. Por suerte era la primera vez que los veía en toda la noche, cuando ya a penas quedaba noche.
-Ya era hora, ¿qué hicieron allá dentro que tardaron tanto? –les gritó Pablo desde lejos con una sonrisa pillina, entre algunas risas.
Peter sonrió, mirando a Lali, haciendole un gestito con la mano para que no le prestase antención, antes de abrazarla, y acercándose al resto con ella así.

-¿Qué hace esta acá? –Se escuchó una voz nueva, seria y en tono impertinente. Agustín. Si a alguien era igual o más insoportable que la rubia era él. Pero para colmo no apareció solo. Cuando pasó entre sus otros dos amigos, detrás de él se incorporaron Mélodi, junto a dos amigas más, a cual con peores pintas.
De buenas a primeras tenía todas las miradas clavadas en ellas, y no es que fuesen muy cálidas justamente. Su corazón se empezó a acelerar.
-Cortala –soltó Peter bastante seco, y tajante mirando a Agustín
-No dijo nada, che, no seas tan susceptible gordo –sonrió la rubia, pasando ambas manitas por el hombro de Agustín.
-Solo pregunté, ¿no puedo ahora? –alzó las cejas, Agustín, bajando la mirada a la morocha -¿O la princesita no te deja hablar con tus amigos? –enredando un dedo en un mechón de esta.
Peter ni siquiera contestó, su cara decía más que con ninguna palabra, y el manotazo que le dio en la mano a su supuesto amigo, obligándole así a soltar el pelo de Lali, fue suficiente respuesta. Hacía un tiempo que habían cambiado bastante las cosas entre ellos.
-¡Apa! –exclamó Mélodi con diversión ante el manotazo alzando las manos –se mira pero no se toca chicos –alzó la voz, dando una vueltita sobre si mismo como si avisase a todo el que estuviese en el alrededor, antes de centrar la vista a Peter –con esta solo puede divertirse él solo ¿No Piti?
-No creo ¿no? Nunca fuiste egoísta con las minas con tus amigos –recalcó Agustín esas dos últimas palabras –Porque te recuerdo que seguimos siendo eso, tus amigos, ¿o ya te olvidaste de todo todo lo que pasamos juntos?
-Por la plata baila el mono ¿no? –soltó la rubia entre risas de ella y los demás.
-¿Sabés chiquita? Nos divertíamos mucho antes, ¿te contó alguna vez?
-Será mejor que nos vayamos –Murmuró Peter, apretando los dientes, y apretando el puño de la mano que tenía libre, mirando a Lali e intentando ignorar todo lo que salía por la boca de los otros
-Ah, no le contaste –prosiguió Agustín, mirando con una sonrisa dibujada en su cara, mirando un instante a Peter, antes de dar un paso hacia la morocha -¿Sabés? Tu amiguito, no es el galán de novela que te está pintando, acá dónde lo ves no sabés lo que se divertía, bah, lo que nos divertíamos, todos, con sus amiguitas. Todo funciona así, conoce a chica, la chamuya, y cuando esta está hasta las manos con él, es tan fácil con que tome algo demás, y ni te imaginás lo que es capaz de hacer una chica enamorada por estar con su chico… -contó todo como si de una historia de miedo se tratase, entonces se acercó a Peter, pasándole brazo por el hombro –Pero acá mi hermano, nunca pensó solo en él, no sabés como las compartió a todas, y como se burlaba y reía el muy turro –Asintió con la cabeza riendo como si lo recordase, con ese toque de maldad en su cara –El más mujeriego, el más turro con las minas, pero amigo de fierro, no lo dudés, nunca –le dio un par de palmaditas en el pecho, separándose de él, dando de nuevo un pasito hacia ella –Y no creo que nos vaya a traicionar ahora ¿no? Petercín, va a demostrar que sigue siendo nuestro amigo de siempre, y va a compartir a su amiguita –le miró de reojos, viendo como este se quedaba callado, inmóvil, sonriendo para sus adentros, atreviéndose a llevar una manita deslizándola por el brazo de ella, subiendola y pasándola por el cuello –va a dejar que nos divirtamos con…
Pero ni siquiera pudo terminar, para cuando quiso darse cuenta ya estaba en el suelo, con Peter encima, regándole a puñetazos. Desde que había dado esos pasos hacia ella había dejado de escucharle, había dejado la mirada clavada en su mano, y en el momento en que vio como esta pasaba por su cuello, y bajaba intruduciendose por la camiseta de ella, algo había estallado dentro de él que le había hecho saltar de aquella forma. Ambos ‘amigos’ rodaron por el suelo a puñetazos, mientras algunos intentaban separarlos, lali gritaba y con lágrimas por sus mejillas, suplicando que parasen, los otros animaban a uno y a otros…

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